30 de julio de 2009

Una noche de camino a la soledad.

Mi piel sintió el aire tibio.
Mis manos sudaron de fuego.
Mis pies tocaron la tierra.
Mis ojos vieron luciérnagas en los faros de la calle.
Mis oídos escucharon el silencio del alma.

¿Suena sencillo?

Pues sólo de eso se necesita
para tener la barbilla hacia el presente
el pecho hacia adelante
los hombros hacia el cielo
la boca hacia el sabor
la mente hacia las nubes amarillas de sol
y la luna pintada de luz.

Si es que ya lo han dicho;
otros lo han plasmado
y más lo han callado, entonces,
la liberación del espíritu,
ahora dictó mi nombre
mis siete letras
unos cuantos suspiros...

¿Cuántos más?