19 de julio de 2013

Abraso


Entretejidas en las labores del escarnio
de estirar papeles, viejos y opacos,
las aves de mil siglos ―ruiseñores, pavorreales,
garzas, pericos y palomas―
arcillan la cascada de un ensueño.
Repasan silenciosas las costillas
de hombres en revestida singladura:
Tal vez encuentren la rítmica precisa
de mi sangre antigua,
de mis pasos extraviados.

Acaso el conteo de cifras, el pronunciar de leyes,
resuelvan los acertijos de la noche
y despierten a la masa de los días
para venerar con minúsculo detalle
al que aparece y no aparece como siempre.

Acaso, ¿será sólo tu trote imperioso
el que a mi suelo calcine y el que a mis pies caliente?
Acaso, el fuego sea el paraíso
y ese fuego se encuentre en tus brazos levantados
por consignas y furias.

Acaso sea tu carne mi consuelo y mi papiro
y tengas en él toda la historia que busco
en medio de los suspiros de los que sólo a escribir alcanzaron
y no llegaron a soplarme en las pestañas.

Hiriente es la vista que dirige la existencia
hacia arriba, en las trescientas sesenta y cinco emanaciones
de un año que luce en las entrañas.

Hace años me casé con el silencio y con las letras
hace siglos que toco el arpa para ser escuchada
hace tiempo que te invento como un milagro
hace tiempo que no existimos.

11 de mayo de 2013

El presente


Ahora redivivos y encerrados,
debajo de mis párpados caídos,
el silencio y la imagen nos recrean
en el brillo generoso del siempre
que hace remembranza de sí mismo
en la mansa oleada de los tiempos:
Moro en tus brazos, moras en los míos
y en la nueva confección del futuro
que nos fabrica gracias al deseo.
Ahora vive plena una certeza:
el dichoso presente es perdurable.

Espoleo al silencio hacia la celda
de nuestro veraniego y fino beso;
de continuo estaremos en la lluvia,
en la noche que nos habla del Simurg,
en La voz y en el verso del poeta
y en nuestros cuerpos quietos que contemplan
el caer de segundos prominentes.
Como a un par de columnas macilentas
el frescor nos protege eternamente.

29 de marzo de 2013

La madrugada



 Los doce minutos de campanadas
al aire, y a las tres de la mañana,
dan la bienvenida en los altos cielos
a todos aquellos que continúan
despiertos. Los llamados han rendido
fruto. ¡Todos rebosamos alegría!
Un nuevo corazón se ha revelado
 y ha vuelto a crearse en el bramar
de la grácil música bendecida.

23 de febrero de 2013

De pronto, me entra la gana de borrarlo todo.