17 de julio de 2009

El Metro

Al pasar por las escaleras, hube de cuidarme las miradas que pasean por las faldas, mientras caminaba para poder llegar al anuncio del tema principal del metro: ¡GRÁFICOOOOOOO!, ¡GRÁAAAFICOOOOOO! Para después correr a alcanzar la alarma que se iba con todo y su anuncio; pero llegué volando como si fuese urgente el subirse al tren.

Así fue, me subí al tren, para comenzar a escribir. Cuando arribé, percibí como el tiempo me había alcanzado para meterme en su ir y venir silencioso, tanto, como para no dejar que escribiese desde hacía muchos vagones. Abrí los ojos y el faro resplandeciente de aquél tren, sobre mi rostro, anunció que estaba viajando.

Me encontré al hombre viejo y cansado que leía de una hoja sin letras, sólo manchada de tinta borrosa, servida para rezar el deseo de que todos los papeles que traía en las manos dieran resultado en algún trámite burocrático.

Al otro lado, estaba un “Don Indiferente” que había comido de mi abrigo las ganas de una aventura en su mirada e imaginación...

Un poco más de cerca, existió un señor que ya estaba notoriamente asustado de tocar siquiera la sombra de alguna señorita pudorosa; esperando la oportunidad del grito de: ¡qué le pasa pendejo! Pero no sucedió, porque sólo me tocó a mí, un empujón de descuido y una cara de aflicción.

Después, llegó la crisis moderna y GRÁFICA al vagón, de sólo una pequeña parte del tren...

...Un señor que por primera vez vendía su necesidad de salario en el metro, ofreciendo pañuelos desechables para limpiar las lágrimas de desesperación, con una voz queda, inexperta, temerosa, preguntándose, ¿cómo llegué hasta aquí? Caminó entre la gente que pensaba en su propio no sé qué. Y él seguía pensando, -si vendo estos 80 paquetes de consuelo, puedo invertir en algo que no me haga tener que parecer vendedor ejecutivo del metro...
De lo demás; de nuevo los empujones muy poco ecológicos de siempre. Esperando una vez más...
…En sus marcas... listos... ¡a taclear...!

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