Por segunda o tercera vez, escribiré en prosa nada poética, digna de la reserva de un vino no muy añejo, pero si guardadito desde hace 7 años... Nada de casualidad, como lo dicta mi nemurología favorita y mis inspiraciones de la red; como la rebelión de las almohadas que hoy me ha hecho comprender la melancolía de un día, envuelto en sábanas y acolchonadas ideas; como cuando en la casi madrugada, uno se puede atrever a escribir lo que seguro dos o tres despistados madrugadores de la red leerán. Así entonces, me confieso melancólica de los días misteriosos y llenos de cosas tan indescriptibles que sólo pueden ser escritas en sin sentidos versados, buscando el alivio de un alma en pena por estar tan viva de amaneceres del pensamiento fortuito. Así que me lanzo al ruedo (pidiendo disculpas por el atrevimiento etílico) para mostrar lo que una noche de sacudida, puede decir...
Quiero que escribas tu deseo en mi piel Para que hagas historias de un gemido al amanecer Y sueñes con el filo de mi pluma cuando veas el mundo que quiere crecer Besando las nubes aunque sean de cielos tristes Y espacios oscuros al atardecer en los años De quisieras insistentes al renacer…
Cuando la irrealidad se posa en los labios fortuitos, en los brazos y en el agua de una boca de dulces palabras, los ideales y las fantasía que deleitan la imaginación y las ganas de lo imposible, desaparece e ignoran el anhelo de un todo, de un sueño en palabras, de un espacio sin sombra, sin cuerpo, sin más que una pequeña nada.
Uno se posa en las margaritas de olores familiares y secuaces, al rosarse con las ideas que dejan lleno al vacío de estómago; al desear hacer un mundo en palabras, en imágenes tangibles. Pero cuando se ha encontrado la irrealidad, el abandono y desconcierto en los brazos de pasiones en mañanas frescas y calores exuberantes; apilados en un cuerpo que desea escribir en lo largo y ancho de otra piel lista para ser mojada por tintas de negras, azules, rosas y de colores inimaginables, la entelequia cambia. Porque el mundo de ideales para un escritor, se funde y derrite en un momento de cama con sabanas largas para escribir historias, con dormitadas concurrentes que dejan brotar algunas sensaciones geniales, con algunas almohadas que elevan la pubis y las sensaciones universales.
Las letras corriendo en segundos y recuerdos, abandonan planes de futuro y revoluciones de masas, cuando encuentran la unidad; la dualidad fundida en un espasmo de conjunción inequívoca; des-conceptualizada, “negativista”, anti progresista. Porque sólo es un momento, unos minutos en los que la sangre hace correr la creatividad para posarla en los sueños de las lunas, en los vientos de los astros, en las concepciones de un todo, en las alas de un ángel, en los vuelos de una nube, en las bocanadas de cigarrillos melancólicos, en las aspiraciones de utopías bordadas, en mantos de cielo, en las expresiones de sensibilidad y amaneceres, en las canciones de grandes placeres, en los códigos de lenguajes inscribibles, en la significancia indescriptible, en el imaginario de la existencia social, en la filosofía, en la palabra persona…
Todo eso transcurre, en unos minutos, mientras se recuerdan las formas del cuerpo y se olvidan al siguiente segundo, como cuando eros y psique confiaban el uno en el otro.
Quiero tener las estrellas, Las flores y los vientos en mis manos Para volar hasta tus brazos Y hacer que las nubes Me hagan volar en tus caricias En la frescura de tus labios Y el calor del reflejo de tus ojos.
Quiero caminar por el cielo azul Para probar tus colores Aprender cada uno de tus olores Al besar tu cuerpo de fragancias Y llevarme tu esencia en las entrañas.
Quiero robarme el tiempo Para conocerte como ayer En cada momento Como si fueras puro viento Y comerme tu aliento Como si fuera sólo mi esqueleto.