“Entre la luz y la sombra se encuentra la gracia que les hace amarse”.
Unamos la materia y la prima para ser esencia y cuerpo mientras camina el tiempo.
Unamos la libertad y la cárcel para darnos las llaves.
Unamos la cima con los que necios vamos hasta el fondo del abismo.
Unamos la plenitud y el vacío para nutrirnos del extravío.
Unamos los rumbos para derrumbar los atavíos y las alegorías que nos ocultan en las sombras de lo ya conocido.
Hagamos un mundo y, para construirlo, despeguemos hacia la nada como rompecabezas; pongámosle ojos para que vea, boca para que hable, y oídos para escuchar al río. Démosle nariz para que huela su alimento y después nos pondrá corazón para saber sus adentros. Además, ese mundo y su círculo tendrán manos para romper su atmósfera y dejarán caer en lo que escribirá, pintará, confeccionará, cortará, molerá…
Tendrá una sombra hecha por el sol, pero en la tierra mantendrá los pies en el río de la sinrazón.
Estará en la cima para, desde allí, bajar corriendo (y no cayendo) hasta el abismo. Pero mientras pasa, extenderá los brazos para ir cachando los frutos de los árboles y sus ramas extendidas.
Hoy te llamé y sólo supe decirte sobre lo que aqueja a mi cuerpo y sobre lo que tropieza con mi alma, con una sola ventaja: estoy aprendiendo que la riqueza de muchos es para mí sólo la pobreza. Y que mi riqueza, de frutas sabrosas y frescas, es el camino mendigo para liberar el alma de la cabeza.
Amo la libertad de nuestro amor. Adoro la esencia de las palabras concretas, puras. Agradezco tu oído claro y arropado de comprensión. El olor de tu canto seduce, aunque ya no sea toda mi alegría. Te escucho, querido mío, como si fueras el camino que voy andando. Quisiera decirte tanto, pero me contendré hasta saber el color de mi reflejo.
2.
La intensidad de los altos cielos me acoge mientras el tiempo se roba mis lágrimas.
Las nubes pasan una y otra vez por encima de la Luna y lo único que me consuela es el cuaderno con su pluma.
Y mientras el viento pasa, veo de nuevo luz entre la noche, me sonríe una vez más la curiosa Luna. Ella sabe que necesita hacer el amor con el Sol para brillar en la oscuridad como recuerdo del día. Pero también sabe que debe pisar el día como el astro mayor, para enseñarles a las otras nubes lo que en la vida tiene sabor.
La lucidez sonríe aunque no sea de día.
La Luna es el farol que ilumina a mis ojos para seguir caminando.