13 de noviembre de 2010

Mi péndulo.



(El sol eclipsado)
“Entre la luz y la sombra se encuentra la gracia que les hace amarse”.

Unamos la materia y la prima para ser esencia y cuerpo mientras camina el tiempo.
Unamos la libertad y la cárcel para darnos las llaves.
Unamos la cima con los que necios vamos hasta el fondo del abismo.
Unamos la plenitud y el vacío para nutrirnos del extravío.
Unamos los rumbos para derrumbar los atavíos y las alegorías que nos ocultan en las sombras de lo ya conocido.

Hagamos un mundo y, para construirlo, despeguemos hacia la nada como rompecabezas; pongámosle ojos para que vea, boca para que hable, y oídos para escuchar al río. Démosle nariz para que huela su alimento y después nos pondrá corazón para saber sus adentros. Además, ese mundo y su círculo tendrán manos para romper su atmósfera y dejarán caer en lo que escribirá, pintará, confeccionará, cortará, molerá…

Tendrá una sombra hecha por el sol, pero en la tierra mantendrá los pies en el río de la sinrazón.
Estará en la cima para, desde allí, bajar corriendo (y no cayendo) hasta el abismo. Pero mientras pasa, extenderá los brazos para ir cachando los frutos de los árboles y sus ramas extendidas.

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