26 de septiembre de 2010

La Luna, la Luz y Tú.

1.
Hoy te llamé y sólo supe decirte sobre lo que aqueja a mi cuerpo y sobre lo que tropieza con mi  alma, con una sola ventaja: estoy aprendiendo que la riqueza de muchos es para mí sólo la pobreza. Y que mi riqueza, de frutas sabrosas y frescas, es el camino mendigo para liberar el alma de la cabeza.

Amo la libertad de nuestro amor. Adoro la esencia de las palabras concretas, puras. Agradezco tu oído claro y arropado de comprensión. El olor de tu canto seduce, aunque ya no sea toda mi alegría. Te escucho, querido mío, como si fueras el camino que voy andando. Quisiera decirte tanto, pero me contendré hasta saber el color de mi reflejo.
2.
La intensidad de los altos cielos me acoge mientras el tiempo se roba mis lágrimas.
Las nubes pasan una y otra vez por encima de la Luna y lo único que me consuela es el cuaderno con su pluma.
Y mientras el viento pasa, veo de nuevo luz entre la noche, me sonríe una vez más la curiosa Luna. Ella sabe que necesita hacer el amor con el Sol para brillar en la oscuridad como recuerdo del día. Pero también sabe que debe pisar el día como el astro mayor, para enseñarles a las otras nubes lo que en la vida tiene sabor.
La lucidez sonríe aunque no sea de día.
La Luna es el farol que ilumina a mis ojos para seguir caminando.
Jessica Adriana Gómez Rosas

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