El sol deslumbra mis ojos
Veo borroso, como detrás
De una tela de tono azuloso.
¿Cómo será estar tan fuera de la oficina para poder ver claramente lo que sucede en el mundo de los destinos forjados a pasos pensados? Al estar enclaustrada por más de 6 horas en el mismo sitio, por 5 días a la semana, uno comienza a preguntarse si desde hace el último contrato firmado, con exclusiva tinta negra, tomó la decisión correcta. Si acaso la profesión más cotizada por el valor monetario que representa, será el camino a la alegría constante y tan sonante como el dinero que cae de las quincenas. La respuesta inequívocamente es que no es la decisión correcta, que hoy debí estar sentada frente a mi constante nada, para llenarla de creatividad y de significados hechos por segundo. ¿Cómo?, pues a través de lo plácido irrevocable del crecimiento constante del interior. Pero al segundo de pensar en ese henchimiento interno, me absorbe el vértigo de no saber si cabré en mí misma, de no saber si puedo crecer de adentro hacia afuera, de no saber si me dolerá tanto como mi decisión anterior. Pero aún así, quiero lanzarme al vacío. Para probar suerte tal y como en las ocasiones pasadas, al creer estar tomando la decisión más correcta del día, de la semana, de la vida.
Y sucede, en momentos de lucidez, que cada vez, en cada tropiezo, en cada deseo, en cada vértigo, en cada espasmo de miedo, en cada duda, en cada incertidumbre, en cada firmeza, en cada tambaleo, en cada uno de los creídos errores, he tomado la decisión correcta, por la sencilla razón, de poder estar aquí, hablando de que soy razonable y hasta sensible. Teniendo de nuevo mareo y ceguera por el camino andante y delante. Sintiendo que he dado otro paso de comprensión que no hubiera dado, de haber estado en otro lado.
Y aunque esté molesta de tener las asentaderas un poco acostumbradas a los sillones de recatada oficina, sé que mi alma vuela, cuando me aumento las horas de trabajo al escaparme por unos instantes del horario establecido de laborar el camino, para poder escribir lo que ya no me cabe dentro. Y entonces, al estar caminando, segundeando, coloreándo los ojos, contemplando, y aún así trabajando en lo convencionalmente tibio y aceptado, sé que ardiendo, voy por uno, dos o tres caminos, según decida en cada aquí y ahora.