18 de octubre de 2011

LUGAR COMÚN

En la poesía, el principio de la ruptura para un lugar común,

reside, según Aristóteles, en la necesidad de decir lo que es

probable o necesario.

TROPOS AMOROSOS

Parece que tu distancia es el eufemismo de nuestra relación. El tiempo será la sinécdoque de la ausencia entre tú y yo. Ese espacio efímero es el retruécano de las conversaciones, mientras las opiniones, nos sentencian para enumerarnos en camino hacia la nada que nada para nada; toda ella desperdiciada y vivida como diáfora por nuestros faltas.

Nuestras concatenaciones llevan de compañeras a distintas ilusiones diseminadas en preguntas.

Con mi locura y la tuya, hecha de tantas preguntas, la anadiplosis nos sentencia para hacernos un largo hilo negro de lo que compartimos. Nos derivamos en hebras, uno y otro, uno en las manos de uno y de otro. Ambos en las manos de nosotros como paralelismos en forma de quiasmo.

Des-esperado me regalas otra interrogación, tan retórica que parece verso retador ante mis posibles respuestas. Sólo te contestaré en mis silencios, aunque la litote me sacuda los cabellos, volviéndome finalmente, una reticencia.

Esto, no se trata de retratos, de etopeyas, ni de prosopografías; se trata de nuestros sinos y de su topografía. Esto se trata de que con tu aliento y cercanía, hagas símbolos y orografías.



CANCIÓN DE AMOR

Canción de amor,
juega con el corazón.
Grita lo que mi balanzón hoy quiere cantar.
Dime de tus alegrías
son,
son,
son
Cantame de tus más tristes penas,
son,
son
Canta,
canta,
entre los pasos aguerridos.


Canción de amor,
juega conmigo,
juega a que te haces la mar de mi boca
para no cansarme de noche
durante el baile de mis venas.
Son,
son,
son,
Acude a mi llamada 
para regalarle al olvido
la canción del amor.